Me desperté con tu recuerdo Ana, te ponías tu mejor vestido, sandalias blancas, y carmín en tus labios diminutos, único maquillaje que en tu austeridad te permitiste; luego tomabas un generoso ramo de flores y mi mano... y partíamos caminando al Cementerio General
Luego recorríamos esas callecitas estrechas, atestadas de gente, de sol y olor a flores, visitábamos las tumbas de nuestros antepasados y me ibas explicando, -aquí yace tal o cual, que llegó en barco desde Alemania, o España y me contabas largas historias familiares de la tante Anita, o del tío Gabriel , que si ésto o lo otro... yo no me cansaba de escucharte, de mirarte y de adorarte abuela querida.
Desde que te fuiste nunca más visité cementerio alguno, ni siquiera tu tumba, está muy lejos. Cada 5 de octubre tus hijos y cónyuges y algunos nietos van a saludarte, te llevan flores y hablan de ti como si estuvieras con ellos, es un rito extraño que se repite año tras año, desde hace 23 años, yo nunca voy, por eso algunas mañanas te sientas a la orilla de mi cama y me conversas de la tante Anita y de la tante Sara, y acomodas mi pelo en la frente y me envuelves en tu sonrisa que siempre fue mi cómplice. Te amo Ana Kuhlmann de Cavada, y no te olvido... jamás... con las licencias que te permites conmigo.
Luego recorríamos esas callecitas estrechas, atestadas de gente, de sol y olor a flores, visitábamos las tumbas de nuestros antepasados y me ibas explicando, -aquí yace tal o cual, que llegó en barco desde Alemania, o España y me contabas largas historias familiares de la tante Anita, o del tío Gabriel , que si ésto o lo otro... yo no me cansaba de escucharte, de mirarte y de adorarte abuela querida.
Desde que te fuiste nunca más visité cementerio alguno, ni siquiera tu tumba, está muy lejos. Cada 5 de octubre tus hijos y cónyuges y algunos nietos van a saludarte, te llevan flores y hablan de ti como si estuvieras con ellos, es un rito extraño que se repite año tras año, desde hace 23 años, yo nunca voy, por eso algunas mañanas te sientas a la orilla de mi cama y me conversas de la tante Anita y de la tante Sara, y acomodas mi pelo en la frente y me envuelves en tu sonrisa que siempre fue mi cómplice. Te amo Ana Kuhlmann de Cavada, y no te olvido... jamás... con las licencias que te permites conmigo.
Silf.13